CARLOS ROJAS Y TATIANA OME
Ecobarrios en Bogotá, ¿cómo crear una comunidad ecológica?
Carlos Rojas
fue co-creador y coordinador
del proyecto Ecobarrios de Bogotá
Tatiana Ome
es investigadora de doctorado de la
Development Planning Unit (DPU) -
UCL
sobre la experiencia de los Ecobarrios en
Bogotá.
El proyecto Ecobarrios fue
implementado en 180 barrios de la ciudad de Bogotá entre los años 2000 a 2003.
Este proyecto, financiado por el Gobierno de la ciudad, propuso a los líderes
comunitarios convertirse en agentes de un nuevo desarrollo, un desarrollo
comunitario basado en la búsqueda de la armonía con la naturaleza que tuviera
en cuenta simultánea y complementariamente las dimensiones ambiental,
económica, social y espiritual. El discurso del Programa Ecobarrios es
coherente con la propuesta de la red mundial de ecoaldeas y está inspirado en
ella. Para entender este discurso es necesario profundizar en el significado de
la ecología como la ciencia y el arte de las relaciones. Por tanto, un ecobarrio
se definiría como una comunidad urbana de pequeña escala en la que las
relaciones de los seres humanos con la naturaleza, los seres humanos entre sí y
los seres humanos consigo mismos se basan en el cuidado, la profundización y la
armonía.
La escala de barrio sugiere un trabajo de
retorno a la comunidad inmediata, a la tribu y al universo de posibilidades de
formas de vida urbana que pueden recuperar el sentido de familia amplia que
cuida de un territorio y se conecta emocionalmente alrededor de un espacio de
vida sobre el cual ejerce verdadera apropiación.
Crear ecobarrios es, en esta medida, una
práctica ecológica profunda, que implica hacernos y sentirnos familia con
nuestro entorno, y esto se refiere a la acción de toma de conciencia y
descontaminación tanto de las relaciones materiales con la naturaleza, como de
la interacción consciente con cada uno de los elementos y particularidades del
territorio. Se refiere a la descontaminación de las relaciones emocionales y
espirituales con todos los seres vivos que lo habitan, empezando por nuestros
seres más queridos y por nosotros mismos.
Deseamos compartir nuestra experiencia y
aprendizaje durante los últimos 7 años por lo que pretendemos ir mas allá de la
descripción de la filosofía, la metodología y los logros del proyecto tal cual
fue ejecutado desde el Gobierno. Algunos de los creadores y coordinadores del
proyecto han continuado los propósitos originales en proyectos de vida que
buscan construir nuevas formas de habitar el mundo y han adquirido
conocimientos de mundos expertos en vida comunitaria: el mundo indígena y el
mundo de las ecoaldeas. Pondremos de manifiesto, a modo de conclusión, qué
cosas nos resultan hoy importantes para potencializar el proceso de creación de
ecobarrios.
A partir del año 2003 y hasta 2010, después
de que el Gobierno suspendiera el apoyo económico a los ecobarrios, Anamaría
Aristizabal y Carlos Rojas, responsables de la conceptualización del proyecto,
han profundizado en una experiencia de creación de comunidad con muchas otras
personas en la ecoaldea Aldeafeliz cerca de Bogotá y participado en la creación
de la Red Colombiana de Ecoaldeas y de la Red de Asentamientos Sustentables de
las Americas. Por su parte el padre Leonel Narváez, conceptualizador y
responsable del trabajo en la dimensión espiritual de los ecobarrios de Bogotá
creó con personas entrenadas en este proceso la Fundación para la Reconciliación,
premiada recientemente por Naciones Unidas, y la cual cuenta ahora con sede e
impacto en numerosos países de Latinoamérica.
Recorrido histórico
El Proyecto Ecobarrios de Bogotá convocó a centenares de líderes
barriales que asistieron a cursos de capacitación celebrados en las universidades
durante los fines de semana para poder llevar a cabo posteriormente un
ejercicio de planificación participativa en sus comunidades, del cual surgió en
cada barrio un proyecto acorde a sus necesidades, diseñado participativamente y
que se ejecutó en el plazo de un año con apoyo económico y asesores del
Gobierno. El proyecto disfrutó de un gran aporte de trabajo y mano de obra de
la comunidad. Un mérito importante de la metodología fue lograr que las
comunidades identificaran sus necesidades bajo la óptica de un desarrollo
humano y ecológico, que formularan un proyecto integrador, lo contrataran autónomamente
como organización comunitaria, lo ejecutaran ellos mismos y lo evaluaran, en un
ciclo de autogestión y empoderamiento que además demostró eficiencia económica
y pulcritud en el manejo de recursos públicos.
[1]
Cada comunidad planteó una estrategia para
encontrar la sostenibilidad que haría posible continuar el proyecto de ecobarrio
en el largo plazo cuando el apoyo del Gobierno se terminara.
Una investigación realizada por Carlos Rojas
en el año 2003 demostró que los indicadores de incremento de capital social
fueron positivos y que se logró una cobertura excepcional en capacitaciones en
temas de convivencia, comunicaciones y microempresas en las comunidades (cerca
de 15.000 personas). Un año después de terminada la ejecución del proyecto con
fondos gubernamentales, un 30% de las comunidades habían encontrado formas de
mantener en funcionamiento por sí mismas su iniciativa y un 70% habían
terminado de ejecutar los recursos y supeditado la continuidad del proyecto a
la entrada de nuevos líderes o recursos económicos.
Desde el 2009 Tatiana Ome ha venido
realizando un sondeo que ha revelado que algunos barrios como Lombardía, la
Supermanzana 12 (con el grupo musical y la biblioteca), Argelia (huertas
urbanas y lombricultura), el Cerrito (terminación construcción parque), Villa
Luz (terminación construcción salón comunal, día de los niños), Altos del
Poblado (restaurante comunitario, grupo musical, plan maestro de recuperación
ambiental), Tierra Linda (microempresa de construcción y terminación
construcción salón comunal), Triangulo (escuela deportiva, capacitación
deportiva), Rodrigo Lara Bonilla (microempresa de confecciones), Álvaro Bernal
Segura (terminación construcción canchas de basketball) y Las Palmas (grupos de
danza y música y terminación construcción parque), han continuado con su proyecto
de ecobarrios hasta la fecha. Asimismo, reveló
que la capacitación en temas de productividad y convivencia rindió frutos
concretos en la generación de empleo y ampliación de posibilidades económicas
para muchas familias, uno de los temas más priorizados como necesidades de
desarrollo por las propias comunidades
.
Concretamente, se ha encontrado que por
ejemplo para el caso del barrio Lombardía[2]
proyectos derivados del programa de ecobarrios como el de reciclaje (a nivel
individual y comunitario), arborización, adoquinamiento de los parqueaderos, lo
aprendido en las Escuelas del perdón y la Reconciliación (ESPERE), entre otras
cosas, se han mantenido hasta la actualidad, convirtiéndose en prácticas cotidianas
de la comunidad. Varios de los habitantes de este barrio explican que la
continuidad de los mismos se ha logrado gracias al “fuerte y continuo trabajo”
de la presidenta de la Junta de Acción Comunal (JAC) del barrio la señora Fanny
Pina, quien tuvo su primer periodo entre 2001 y 2004 y retomo entre 2008 y
2012.
Así mismo, atribuyen la prolongación en el
tiempo de dichos proyectos al impacto que estos tuvieron en sus vidas,
transformándolas de manera positiva. En el ejercicio antropológico (etnográfico)
que Tatiana Ome ha desarrollado hasta el momento, algunos miembros de la
comunidad han manifestado que los proyectos desarrollados desde que se
implementó ecobarrios les han ensenado a vivir en comunidad, a tener relaciones
armoniosas y pacíficas con sus vecinos basadas en el dialogo, la confianza y el
saber escuchar; a respetarse y amarse a sí mismos y a los demás; a tener
seguridad, a sonar y vivir sin miedo; a respetar y cuidar el medio ambiente; a
formular proyectos y gestionar recursos para su barrio, entre otras cosas.
Por otro lado, los habitantes de Lombardía
también han hecho énfasis que gracias a los proyectos iniciados con ecobarrios
posteriormente implementaron otros iniciativas como agricultura urbana y la
elaboración de artesanías con materiales reciclados, que les permitieron seguir
aportando al “cuidado del medio ambiente y de nuestro planeta que no solo es
nuestro sino de nuestros hijos y los hijos de ellos”. Sin embargo, ellos
también han resaltado que muchas veces la tarea no ha sido fácil ya que algunos
miembros de la comunidad al no ser propietarios o simplemente al no estar
interesados en estos temas no han apoyado dichas iniciativas. Lo cual tampoco
ha hecho que la mayoría de ellos desistan, y por el contrario, los ha impulsado
a seguir en la labor de tratar de “concientizar” a los demás, promulgando un
mayor sentido de pertenencia con el barrio.
Tal vez sea importante resaltar que según el
sondeo también se encontró que barrios como Los Alamos y el Lago, entre otros,
no continuaron con el programa por los siguientes motivos expresados por sus
habitantes: porque sin el apoyo económico del distrito no era mucho lo que se
podía hacer; porque muchos de los que fueron los presidentes de las JAC en ese
momento se fueron o cambiaron y muchos de los nuevos presidentes por asuntos
como envidias no quisieron continuar con los proyectos de sus antecesores; y
porque muchas de las personas que hicieron parte de ecobarrios se fueron. Lo
interesante es que igual la mayoría de los habitantes guardan “bonitos”
recuerdos del programa y siempre insisten en que les parecería muy bueno que se
volviera a implementar.
En el 2009, como resultado del diseño del
proyecto de su doctorado, Tatiana Ome también encontró que en los barrios periféricos
el concepto de ecobarrios estaba renaciendo con fuerza esta vez por iniciativa
de líderes (como Héctor Álvarez) de las mismas comunidades. Es el caso de los
barrios ubicados en los cerros orientales: Manantial, Corinto, Triangulo bajo y
alto[3],
quienes se unieron para implementar un Ecobarrio (ver imagen 1) y proponer al Gobierno
que no los reubique, pues según el Gobierno se encuentran en zona de alto riesgo
no mitigable y en área prohibida para la construcción por su carácter de
protección ambiental.
Imagen 1. Entrada
barrios Triangulo Bajo y Alto, Manantial y Corinto (Ome 2012)
Estas comunidades, apoyadas por el CINEP e
investigadores cualificados y con recursos de cooperación internacional (Oxfam)
han desarrollado estudios geológicos dando cuenta que no toda la zona está en
alto riesgo no mitigable, por lo cual actualmente están promoviendo estrategias
como los ecobarrios para reivindicar su derecho a residir en un lugar en el que
llevan años de permanencia. Los líderes comunitarios plantean que la solución
para la preservación de los cerros no es el desalojo sino la creación de
comunidades sostenibles o “ecobarrios” en esas zonas que no implican riesgo
para su supervivencia en el borde de la ciudad. Para de esta manera cuidar y
preservar los cerros a través de la implementación de una alternativa al desarrollo
desde la sostenibilidad, a la cual se comprometen con gran iniciativa. Hasta el
momento, en medio de un proceso de desalojo y reasentamiento, han llevado a
cabo campanas de reciclaje, huertas urbanas, la construcción de una eco-casa en
el barrio Juan Rey, entre otras cosas.
Tal ha sido el trabajo de estos habitantes y
sus líderes que lograron que los ecobarrios fueran incluidos como una meta del
plan de Desarrollo de la ciudad 2012 – 2016 “Bogotá Humana”, como parte del
objetivo: Un territorio que enfrenta la variabilidad climática y se organiza
alrededor del agua. Dicha meta tiene
como fin implementar proyectos pilotos de ecobarrios en zonas habitadas por
poblaciones vulnerables como las de los Cerros Orientales. Actualmente existe
una mesa interinstitucional de ecobarrios que se encuentra desarrollando todo
lo relacionado para la implementación de esta meta, buscando conectarla a la
nueva política pública de construcción sostenible que espera aprobarse a finales
de 2012.
Esta última experiencia y la proliferación de
ecobarrios en Venezuela, promovidos actualmente por el Gobierno central, en
Ciudad de México y Chile demuestra que los ecobarrios no son un invento ni una
teoría utópica sino una necesidad que florece de forma simultánea en muchos
países y que evidencia el camino a un inevitable cambio de paradigma de
desarrollo. Son síntoma de la evolución de la conciencia humana hacia nuevas
formas de habitar el mundo. Por esta razón, no nos consideramos promotores
creativos de un cambio, sino medios por los cuales una necesidad social y
cultural que tenemos todos los seres humanos se expresa y toma el lugar que le
corresponde. Los seres humanos quizá estamos sintiendo la necesidad de volver a
casa, de vivir en comunidad y en armonía con la naturaleza y los ecobarrios son
una forma de poner de manifiesto que es posible ponerlo en práctica hoy en las
ciudades.
La necesidad
humana que demanda crear ecobarrios es la necesidad de dotar a la vida
de significado y expresarlo a través de las relaciones en un territorio
emocionalmente significativo. Los
ecobarrios son un proyecto de resignificación del individuo y de la comunidad
en el que se abre un espacio para ejercer el derecho a la confianza, la
cooperación, la cercanía, la familiaridad, la ritualización y la
conexión con el territorio y con todos los seres vivos; es también una
oportunidad para reinterpretar la esencia espiritual o trascendente de los
lugares y restablecer una relación ritual con el territorio. En la era
prehispánica vivimos así y nuestros abuelos indígenas nos han demostrado tener
importantes claves de convivencia y metodologías de comunicación de gran valor
para las futuros ecoaldeas y ecobarrios en el mundo.
El mensaje de los abuelos es claro y
coherente con lo que muestran las encuestas e investigaciones: la principal
causa de fracaso de los proyectos comunitarios es el descuido de las relaciones
humanas. Las relaciones difíciles entre los líderes de las comunidades
destruyen cualquier iniciativa. Aunque todos los líderes y, para el caso, todas
las personas son plenamente capaces de exponer sus buenas ideas e intenciones,
nuestra cultura y educación ignoró de tal forma el cuidado del otro que ahora
tenemos que reaprender a relacionarnos, sin importar nuestro nivel educativo ni
condición socioeconómica, puesto que por ello es normal que practiquemos una
comunicación insuficiente, que seamos sujetos y agentes de malas
interpretaciones, que naveguemos en suposiciones que derivan en conflictos, que
pronunciemos palabras a espaldas de las personas, que caigamos en esquemas de
competencia y separación, falta de transparencia, juicio que deriva en palabras
ofensivas y maltrato que deriva en desmotivación, queja y culpa. El malestar o
tensión emocional en algún momento logra ser superior a la motivación de
realizar un proyecto en comunidad y el líder que habita en cada persona se
pierde.
Los abuelos indígenas nos han contado que Occidente
olvidó dos de las formas de conocimiento más importantes para la vida
comunitaria: el conocimiento silencioso y el conocimiento emocional. Occidente
se conformó con desarrollar el conocimiento teórico y el conocimiento práctico
y se quedó allí como un perro persiguiendo su cola hasta el punto de que no le resulta
posible “entenderse” a sí mismo y cae frecuentemente en una actitud pesimista,
ya que desde la razón no hay salida para los dilemas humanos. Las respuestas a
los dilemas del éxito de cualquier proyecto comunitario, nos explican nuestros
abuelos, no están en la razón ni en la inteligencia práctica, están en la
inteligencia emocional y en el conocimiento silencioso, los cuales permiten la
sanación de todas las relaciones (el arte de la ecología profunda).
El conocimiento emocional hace referencia a
la habilidad de observar y entender las causas y consecuencias de nuestras
propias emociones y el conocimiento silencioso se refiere a todas aquellas
formas de conocimiento que no están mediadas por la palabra y que nos permiten
tener información significativa, energía y pegamento invisible para unir y
fortalecer una comunidad. El papel del arte, el ritual, la danza, el rezo, la
meditación, la preparación colectiva de alimentos, la siembra colectiva de
semillas, el cuidado de plantas y animales, la música, la celebración y la
estética es fundamental para tejer una gran familia y a esta con el territorio.
En este sentido una huerta urbana puede llegar a tener igual o más valor como
alimento inmaterial, escenario de desarrollo del conocimiento emocional y
silencioso que como alternativa de alimentación material.
Hace unos pocos días nos reunimos con Leonel
Narváez, creador de la premiada Fundación para la Reconciliación, y haciendo un
recuento sobre los aprendizajes más importantes de los últimos 10 años llegamos
a un sorprendente y sencillo entendimiento que resumía nuestras experiencias en
una frase: el primer paso es limpiar la palabra (eliminar todo
aquello que es innecesario decir: las generalizaciones, el control sobre los
demás y los juicios); el segundo paso
es limpiar la mente (una vez
he dejado de enjuiciar a los demás y al mundo con mis palabras hago el trabajo
de no hacerlo tampoco mentalmente. Mente
limpia es aquella que ve al otro como a un igual y que es capaz de ponerse en
los zapatos del otro) y el tercer paso limpiar el corazón (un estado de
identidad y unidad con el otro; siento al otro como un igual, creo el lazo
fundamental y profundo y las palabras fluyen con autenticidad). De alguna forma su trabajo con
cientos de personas desmovilizadas del proceso de paz en Colombia y nuestro
trabajo de tejido y creación de una ecoaldea han llegado a un mismo
aprendizaje. A partir de un trabajo consciente y totalmente personal de
limpieza el resto se da con facilidad; el ser humano es el terreno sobre el que
se siembra el ideal integrador de los ecobarrios y los aspectos materiales
necesariamente “florecen” en este terreno fértil una vez esta listo.
De esta experiencia deducimos que la creación de ecobarrios y comunidades alternativas es
un emprendimiento ético y holístico de retorno a fuentes más
profundas de bienestar y satisfacción humana, son el nombre del retorno
a la tribu y al territorio y que en este camino el trabajo más importante
para poder lograr todo lo que se desea es la sanación de las relaciones humanas.
Un gran ecologista, naturalista o científico
puede estar encerrado en la academia o en su trabajo cultivando un gran ego
mientras abandona psicológicamente a sus hijos y sin saberlo esta sembrando la
semilla de la destrucción del planeta. Por esto el trabajo de reforestación de
corazones es tan importante como el de reforestación de terrenos. Los abuelos
tienen metodologías, las ecoaldeas las tienen también y algunas ramas de la
psicología y la espiritualidad han desarrollado herramientas valiosas que pueden
ayudar a todo este desarrollo. El profesor Habermas explica cómo mientras el
ser humano avanzó abrumadoramente en desarrollar la tecnología científica se
olvidó de la tecnología social, el conocimiento y el arte de las relaciones, y propone
que para que el ser humano pueda “controlar” o al menos saber cómo manejar tan
alta tecnología material es necesario que evolucione en su tecnología social.
Mencionaremos algunas de las “altas”
tecnologías sociales para la creación de comunidades según nuestra experiencia,
y dejaremos al lector la tarea de investigar más a fondo en cada una de ellas.
1.
El consenso. Es el arte de tomar decisiones de
forma que todas las personas y sus criterios son considerados como igualmente
sagrados y valiosos.
2.
El mambeo. Es el arte de la palabra dulce,
arte de descontaminación de la palabra, el pensamiento y el corazón, los
indígenas Colombianos son maestros de este arte.
3.
El pagamento. Es el arte del agradecimiento
permanente por la vida y su expresión en rituales en los que se “paga”
espiritualmente por los beneficios que recibimos o por el “derecho” a tomar
recursos de la naturaleza.
4.
La minga. Es el trabajo de toda la comunidad
unida ocasionalmente con un propósito, sea construir una casa o hacer una
huerta, la convocatoria a minga es una fiesta de unidad y participamos todos,
iniciando con un rezo y culminando con un circulo de palabra o mambeo.
5.
El circulo de la palabra. Es un escenario para
expresar lo que pensamos y sentimos con total transparencia, es un lugar de
intimidad y protección en el que todas las personas de la comunidad sostienen a
los demás escuchando sin respuesta y en aceptación.
6.
Rituales comunitarios de unidad y sanación.
Cuando hay dificultades en una relación se llama a un círculo. En esta
categoría caben desde los círculos de sanación hasta las celebraciones y los
“foros” que son espacios que arrojan luz sobre las situaciones que parecieran
difíciles.
¿Quieres promover ecobarrios? Te sugerimos una danza de cuatro pasos:
1. Asume tu propia formación y reeducación. 2. Encuentra y conoce un territorio
en el que estés dispuesto a vivir durante un largo plazo y establece una
relación íntima con los seres visibles e invisibles que habitan y cuidan este
territorio. 3. Encuentra y acompaña a los líderes auténticos del territorio:
quienes están en servicio permanente aun sin hablar demasiado. 4. Céntrate en
el cuidado de las relaciones con las personas y con el territorio sin olvidar
que estas tejiendo con ellos lazos invisibles que sostienen todo lo que deseas
crear en el mundo material. Los paneles solares, las viviendas ecológicas, las
huertas orgánicas y los espacios comunitarios pueden ser creados al tiempo y
son necesarios pero nunca serán más importantes. Llegarán sin esfuerzo si te
centras en las relaciones pues serán la consecuencia y la piel de un organismo
vivo y fuerte cuyo corazón late con profundidad.
[1] Remitimos a quienes
deseen profundizar en los aspectos técnicos concretos de la ejecución del
proyecto Ecobarrios de Bogotá a la lectura del articulo «Ecobarrios» publicado
en internet en www.revsita-ambiente.com.ar.
En el presente texto ofrecemos una recorrido rápida a la historia y abordaremos
directamente las reflexiones que nacen en el presente sobre lo que pareciera
tomar relevancia hoy día.
[2] Barrio de la Localidad de Suba en Bogotá y uno de los estudios de caso
de la tesis doctoral de Tatiana Ome, antropóloga y estudiante de segundo año de
doctorado de la Development Planning Unit (DPU) – University College London
(UCL).
[3] Los cuales también hacen parte de los estudios de caso a analizar en
la tesis doctoral de Tatiana Ome. Es importante resaltar que el barrio Corinto
ya fue todo reasentado.